1-EL LENGUAJE
LA FINALIDAD DEL LENGUAJE
San Agustín no nos muestra
una simple gramática, sino mas bien construye una filosofía de los signos o del
lenguaje. Una filosofía que sea capaz de llevarnos a formular discursos
correctos y verdaderos.
El
lenguaje tiene como finalidad la enseñanza. A través de las palabras alentamos
a nuestro espíritu a aprender. Las palabras son para que las usemos, y las
usemos para enseñar. El lenguaje es mejor que las palabras en cuanto es mejor
enseñar que hablar.
“Para
Agustín el lenguaje tiene como finalidad enseñar o recordar. De hecho, para él
enseñar y recordar se identifican, de acuerdo con la teoría del conocimiento
(anamnesia: término griego que Platón introduce en el Menón para formular su
conocida asimilación del aprendizaje al mero recuerdo) que toma de los
neoplatónicos. Ya sea que hablemos con otro o con nosotros mismos, eso hacemos:
recordar (conmemoratio). Agustín, como buen seguidor de Platón, adopta la
teoría de la reminiscencia, en la cual para el alma humana siendo inmortal no
hay nada que no sepa, por lo que el aprendizaje no es sino el recuerdo de lo
que el alma ya sabía.”[1]
El lenguaje es un rasgo fundamental
de la persona. Lleva consigo toda una estructura. Dice San Agustín en De
Magistro:
Ag.-¿qué te parece que pretendemos al hablar?
Ad.-Por lo que ahora se me alcanza, o enseñar o aprender.
Es
claro que en el dialogo De Magistro
san Agustín tiene claro que la finalidad principal del lenguaje es enseñar,
pero también da entender que el lenguaje a través de las palabras son un
instrumento para recordar.
“Agustín,
entonces, da a entender que existen dos fines del dialogar humano: el primero,
enseñar; el segundo, suscitar el recuerdo en nosotros o en quien escucha.”[2]
PALABRAS, SIGNOS Y SIGNIFICADOS
Dice san Agustín que llamamos
universalmente signos a todas las cosas que significan algo. Es imposible mostrar algo sin signos. Los signos
son utilizados en el lenguaje para remitirnos a cosas. Los signos son
necesarios para la enseñanza aunque no propiamente enseñen. Dice san Agustín en
De Magistro:
“Los signos son incapaces
por si mismo de enseñar nada. Mejor se aprende el signo una vez conocida la
cosa y no viceversa. No es el signo el que nos hace conocer la cosa, antes bien,
el conocimiento de ella nos enseña el
valor de la palabra, es decir, el significado que entraña el sonido.”
Dice
Orlando Todisco que el sigo es una res,
todo conocimiento es o de res o de signos. Signo es todo lo que ,
convenientemente percibido, remite a partir de si a otra realidad. Para san Agustín
en De doctrina christiana dic que el
signo es una realidad que en virtud de sí hace pensar en algo diverso, más allá
de la especie que ella muestra a los sentidos. Hay signos naturales y signos
convencionales. Los naturales es que sin la intención de significar algo , si
hacen que se conozca algo diverso a
ellos. Los convencionales tiene que ver con la voluntad para significar algo.
Nada
se puede enseñar sin signos, pero los signos se explican por las cosas. El
conocimiento de las cosas significadas es mejor que los signos mismos. San Agustín divide los signos, primero en
gestos, dibujos y acciones, los cuales pueden representar directamente las
cosas; segundo, en palabras.
“Es
interesante notar, según una tripartición que ofrece Agustín y acepta Adeodato,
que existirían tres modos de explicar los signos. El primero, mostrar signos
con otros signos; el segundo, mostrar signos con las cosas significadas; el
tercero, mostrar signos con las acciones significadas”[3]
Dice
san Agustín que toda palabra es signo, pero no todo signo es palabra. Dice Sciacca que las mismas palabras son
signos de ideas distintas. Las palabras no son tan adecuadas para expresar lo
que tenemos en el pensamiento como cualquier otro signo; san Agustín dice a
esto en De Magistro:
“Las
palabras no llegan a manifestar todo lo que tenemos en el espíritu.”
La
palabra nos abre hacia el mundo de pensamiento, es la palabra a la que le
podemos llamar signo propiamente. Las palabras pueden ser de dos clases, ya sean pronunciadas o ya sean
escritas. Las escritas son signos de la
palabra articulada. La palabra articulada es la que advierte a nuestra mente
sobre las cosas que significan. Entonces también se puede hablar de una palabra
exterior y una palabra interior. La palabra exterior es el signo de la palabra
interior y tiene una función conmemorativa, en cambio, la palabra interior es la que contiene el significado de las
cosas.
Una
clase de palabras son los nombres, que expresan la cosa en si misma. No toda
palabra es nombre, el nombre es palabra en cuanto significa algo. Adeodato dice
en el dialogo De Magistro:
“El nombre es signo audible de los signos audibles; estos son signos pero
no de signos sino de realidades ora visibles como Rómulo, Roma, rió, ora
inteligibles como virtud.”
Así el nombre esta comprendido
en el ámbito de la palabra, por lo que como la palabra esta comprendida en el
ámbito del signo.
No
podemos comprender las palabras si no conocemos la realidad a la que se
refiere el conocimiento del significado
hace significante al signo.
Las
palabras en cierto modo introducen en el alma las cosas mismas. Para san
Agustín resulta un misterio que compete al lenguaje: ¿cómo es que el espíritu
se hace sonido?, es decir, como el espíritu se hace palabra .La voz se
convierte en el vehículo del verbum mentis; nos lleva tanto a la persona que
nos habla como a la cosa de la que hablamos. La palabra es un vinculo entre los
que participan en un dialogo, en donde se puede dar encuentro entre el verbum
mentis de los participantes. La palabra es el instrumento de la enseñanza.
Nadie puede mostrar directamente las cosas mismas, se tiene que recurrir
necesariamente a las palabras. Para san Agustín
las cosas siempre tendrán más valor que las palabras como se expresan.
Las palabras son signos, y su
relación principal la tienen con el significado, quedando como secundaria la
relación con la facultad cognoscitiva. Ya que podemos hablar sin enseñar nada
como en el caso del cantar.
San Agustín le da importancia a
las palabras en cuanto instrumento del lenguaje, pero dice que por las mismas
palabras no aprendemos nada. Dice san Agustín en De Magistro:
“Las
palabras no hacen otra cosa que incitar la hombre a que aprenda, y que, sea cualquiera el pensamiento de quien
habla, muy poco puede aparecer a través del lenguaje.”
Lo
más relevante sobre la palabra se puede contener en estas citas de san Agustín:
“Quien
habla, emite mediante un sonido articulado un signo de volición... las palabra
son signos de las realidades mismas que recordamos...Las palabras son signos
todas...pero no son los únicos signos...Los signos que son las palabras los
percibe el sentido del oído; ahora bien las palabras escritas son signos de
palabras dirigidas a los ojos...Llamamos universalmente signos a todas las
cosas que significan algo, entre las cuales contamos las palabras...Palabras
denominamos a todo lo proferido mediante sonido articulado, con alguna
significación...Todas las palabras son signos, pero no todo signo es
palabra...Las palabras no son otra cosa sino signos...De la boca del hablante
procede no la realidad significada sino el signo con que es significada; por eso, en el mismo,
instante en que las palabras suenan, la atención ha de ser dirigida a las
realidades significadas...pues lo que existe a causa de otra realidad,
necesariamente vale menos que la realidad por cuya causa existe.”[4]
LA ILUMINACIÓN
Esta
doctrina de la iluminación ya había sido planteada por san Agustín en su obra
escrita en el 386: De beata vita;
pero es el libro De Magistro en donde
se explica más claramente.
Para comprender la doctrina de la iluminación conviene
considerarla en un doble sentido: activamente, por parte de Dios, y
pasivamente, por parte del hombre.
Por parte de Dios se da de manera directa. Dios
es la fuente del ser y de la verdad. La verdad Dios la imprime en nuestra alma y deja la huella en ella. Dios es el sol
del mundo inteligible, es la luz que ilumina todas las inteligencias es el
Maestro Interior que responde a las preguntas de nuestra alma. Esta iluminación
tiene una relación con la función creadora y conservadora que Dios ejerce sobre
las criaturas. Es una acción continua, no es que se comunique una sola vez y
que dure para siempre, sino que es continua.
En el caso del hombre es mas complicado, ya que
la inteligencia humana tiene que tomar una posición frente esta iluminación. Es
una luz que ilumina a razón superior. Es una especie de luz creada, incorpórea.
Con esta luz la inteligencia humana puede decirse que solo se acerca o una
imagen o apenas participa de las ideas divinas, sin contemplarlas en si mismas.
Esta función de la iluminación no hay que
compararla con las concepción de entendimiento agente, tanto la aristotélica,
como la de los árabes que siguieron las doctrinas de Aristóteles; ya que para
san Agustín el entendimiento humano no es solamente pasivo, el entendimiento
realiza la acción de intelegir, y es ayudado por la iluminación divina cuando
hay conceptos o materia que esta por encima de la capacidad de la razón
inferior.
Esta luz no solo es el órgano de la visión,
sino también el del conocimiento
sensible y el del conocimiento intelectual. Pero para San Agustín hay que
distinguir entre la luz increada que es Dios y la luz creada. Dios es la
verdad, y la verdad es la luz (luz increada).La luz creada, es la fuente del
conocimiento en cuanto por ella se manifiestan todas las cosas a los sentidos o
también la luz inteligible por la cual conocemos las verdades racionales.
Dios asiste a la razón para que vea la verdad.
Dios
es el único que puede infundir en la mente humana la luz intelectual que nos
hace distinguir entre la verdad y el error. Sin esta iluminación no seria
posible la ciencia ni la enseñanza. Mientras recibamos la iluminación de Dios, habrá
en nosotros inteligencia. Dice san Agustín en De Magistro:
“No es defecto de esta luz exterior el que los ojos
del cuerpo tengan frecuentes ilusiones, consultamos esta luz para que, en
cuanto nosotros podamos verla, nos muestre las cosas visibles.”
Toda
alma que esta en la verdad es un alma iluminada, pero además esta luz no solo
ilumina al el alma sino a todo hombre que viene a este mundo. En cuanto
conocemos algo nuestra razón es luz, pero no es luz por si misma, como lo es
Dios. Dice san Agustín en De Magistro:
“Cuando se trata de lo que
captamos con la mente es decir con el entendimiento y la razón, hablamos lo que
vemos presente en la luz interior de la verdad, con que está iluminado y de que
goza el llamado hombre interior.”
San Agustín habla de la luz interna: “aunque por
el cuerpo percibe las cosas que siente, sin embargo, esta en el alma” (De Gen.
Ad. lit. lib. Imperf., 5, 24). Por ella
razonamos y vemos las verdades eternas.
“El
inteligible humano es un reflejo del
Inteligible que se identifica con la inteligencia divina. El hombre no es la
Verdad y no la posee en su integra realidad: Pero el reflejo de la verdad es
luz con la cual Dios ilumina la
inteligencia humana y hace que la razón sea capaz de juicios verdaderos.[...] Si nuestro pensamiento esta iluminado , esto
significa que se enciende en otra luz. El pensamiento es mi luz, pero no soy yo
el origen de mi luz [...] existe la luz
universal, Dios iluminante, en el que mi luz, lo mismo que toda luz, se
enciende.”[5]
Otras doctrinas de la iluminación semejantes la
habían desarrollado ya otros filósofos, por ejemplo en la filosofía de los
Vedas, en Heráclito, en los estoicos y en Platón. Platón llama luz a Dios, porque hace visible y cognoscible a
todas las cosas, es un sol intelectual, esplendor arquetipo, lucero que envía
infinitos rayos los cuales se conocen solo por la inteligencia.
Sciacca
resume esta doctrina de la iluminación en tres puntos importantes:
1. El
hombre posee la luz natural de la luz natural de la razón que le ha sido dada
por Dios, con la cual juzga acerca de las cosas.
2. La
luz de la inteligencia o la intuición de las primeras verdades inteligibles, también
ella natural y creada, pero que, con el fin de que pueda el hombre conducirse y
permanecer en el orden de la verdad, esta sostenida por Dios mismo; y esta intervención es la luz especial
3. La
luz de la gracia para las verdades sobrenaturales, que es absolutamente gratuita
y no ya de orden humano o racional.
Las dos ultimas formas de iluminación no anulan la razón, antes bien la
elevan.
“Podemos concluir que para
san Agustín hay: primero una luz natural dada a todos los hombre con la cual,
por medio de la memoria, ayudada de la razón, se asocian y combinan las
sensaciones para utilizarlas según nuestras necesidades practicas, esta es la
ratio inferior. Segundo una luz creada que ha sido dada a todos los hombres
para que intuyan las reglas inteligibles y puedan, por medio de la razón,
juzgar de las cosas y de sus acciones para tener ciencia y sabiduría, a la cual
se añade una asistencia o luz especial que permite a la razón perseverar en el
recto juicio, permanecer en la verdad.”[6]
San Agustín tiene la concepción misma de Dios como principio nuestro,
luz nuestra, bien nuestro, pone en Él el derecho ontológico de la iluminación,
como el de ser nuestra causa y nuestra felicidad.[7]
2-EL MAESTRO INTERIOR
LA ENSEÑANZA
En el tema de la educación San Agustín
cristianizo la Paideia griega. No es solo una pedagogía o una enseñanza
común, sino una pedagogía del interior, es decir no solo enseña hablar bien
sino también a pensar bien y obrar bien
En
el dialogo De Magistro, san Agustín
refleja gran parte de su pedagogía. Para san Agustín no puede haber educación sin lenguaje. El que habla para aprender lo
hace también para enseñar: Se halaba de un recordar que en el fondo es un
enseñar, no tanto a los demás, sino a nosotros mismos. Así la finalidad del
lenguaje es doble tanto enseñar como recordar. Puede ser que todo lenguaje no
sea instrucción, pero jamás se tendrá lenguaje sin instrucción. Nadie puede
enseñar sin hablar.
En la pedagogía agustiniana a través del lenguaje, el maestro habla, el
alumno escucha y así es como se transmite la ciencia. El lenguaje del maestro
es un conjunto de sonidos y signos que transmiten ideas. Las palabras expresan
ideas y las ideas expresan cosas.
Intuitivo se le puede llamar hoy
en día al método de enseñanza que manifiesta en su filosofía san Agustín.
Enseñar es mostrar directamente las cosas.
Lo que en la enseñanza tiene valor, el alumno lo recibe por intuición intelectual en la que la verdad se manifiesta
inmediatamente a la mente y habita en
ella. Lo que el maestro enseña al alumno es únicamente lo que el alumno podría
responder si consulta la luz intelectual que brilla en las mentes.
Dice san Agustín en De Magistro:
Una vez que los maestros han
explicado las disciplinas que profesan enseñar, las leyes en virtud y la
sabiduría, entonces los discípulos juzgan en si mismos si han dicho cosas
verdaderas, examinando según sus fuerzas aquella verdad interior. Entonces es
cuando aprenden, y cuando han reconocido interiormente la verdad de la lección, alaban a sus
maestros, ignorando que elogian a los hombres doctos más bien, que a los
doctores si, con todo, ellos mismos saben lo que dice. Pero se engañan los
hombres al llamar maestros a quienes no lo son, porque la mayoría d las veces
no media un intervalo entre el tiempo de
la locución y el tiempo del conocimiento; porque , advertidos por la palabra
del profesor, aprenden pronto interiormente, creen haber sido instruidos por la
palabra exterior del que enseña.
San
Agustín sabe que para llegar a la verdad no es suficiente la capacidad natural,
sino que debe intervenir Dios. La educación se funda en una realidad que supera
los esfuerzos del maestro y de cualquier
método de enseñanza. Tiene que haber un acto interior por parte del
alumno.
Por medio de la enseñanza las ideas pasan de
un espíritu a otro, del maestro al discípulo. El maestro enseña la verdad, el
acto de saberlo es del discípulo es una verdad suya, que no es aprendida del
maestro sino que es anterior a lo que el alumno ha escuchado del maestro. Pero
esto nos significa que la enseñanza sea inútil, es mas bien que la enseñanza a
través de las palabras podemos vislumbrar lo que es verdadero y juzgarlo y
compararlo con la verdad que esta en nuestro interior. Enseñar la verdad es
descubrirla para quien la escucha. La enseñanza es una incitación a la verdad,
una búsqueda, no es pasiva, el que aprende juzga lo que escucha.
El
mundo sensible, donde se ejercita el discípulo, es el de los sonidos o
palabras, que son signos sensibles, con los cuales se expresa el contenido del
mundo que no es sensible, es decir el mundo invisible, que es el mundo interior
del mismo hombre.
EL MAESTRO INTERIOR Y EL HOMBRE INTERIOR
Se parte de este postulado de
la Biblia:
Uno solo es vuestro maestro, Cristo. (Mt 23,8).
En
el hombre hay algo que lo trasciende . puesto que ello es la verdad, ese algo es una realidad
puramente inteligible, necesaria, inmutable, eterna. Precisamente lo que llamamos Dios.
Dice
san Agustín en De Magistro:
Cristo es la verdad y el
maestro que nos enseña interiormente. Cristo es quien enseña dentro, fuera las
palabras no hacen más que advertir.
Se
pueden utilizar muchas metáforas para nombrarlo como sol inteligible a cuya luz
la razón ve la verdad, el Maestro interior, que responde de dentro a la razón
que le interroga. Esta verdad es mas interior a nosotros mismos que nuestro mismo interior. Por eso todas las
vías agustinianas para llegar a Dios, siguen de lo exterior a lo interior y de
lo interior a lo exterior. [8] Y a Dios se le ha de
buscar y suplicar en lo intimo del alma racional que es lo que se llama hombre
interior. Somos el templo de Dios. El homo interior tiene sus antecedentes en
Platón, Plotino, Filón y San Pablo, quien le dio el sentido de nueva criatura
consagrada a Dios. Se trata de un nuevo concepto de hombre y de espíritu que se
introdujo gracias al cristianismo con su obra redentora de Cristo.
El
objeto supremo de la ciencia es conocer y amar a Dios y al prójimo por amor a Dios. Para ello haya
que desprender el alma del apego de las cosas terrenas y elevar a Dios donde
encontraremos felicidad. El conocimiento de el interior del hombre es muy
importante para San Agustín, porque implica el conocimiento de Dios. En el fondo más recóndito del alma encuentra
la verdad y el bien. Dios esta por encima de los sentidos y de la memoria , es
intimo y a la vez trascendente al hombre.
Dice
la Biblia:
Y esta verdad que es
consultada y enseña es Cristo que habita en el hombre interior, esto es, la
inmutable virtud de Dios y la sempiterna
sabiduría (Ef 3, 16-17)
El
maestro interior es el autor de los seres, el ilustrador de la verdad y el dador de la felicidad; es
nuestro principio, nuestra luz y nuestro bien.[9]
El secreto esta en que nuestra comprensión radica
en el juzgar desde la verdad interior lo que recibimos desde el exterior. Las
palabras que el hablante ofrece al oyente apunta precisamente a manifestar, a
pesar de los límites del lenguaje simbólico (basado en signos), verdades en las
que todos podemos comulgar por encontrarnos bajo la acción del único Maestro y
bajo la experiencia de un mundo único, verdades asequibles por igual a todos[10]
A diferencia de Platón, para san Agustín la
verdad no la crea el pensamiento sino que la descubre, y además, la verdad no
es descubierta fuera sino dentro de nosotros. La verdad no esta en nosotros
innata, sino mas bien esta en el interior. Las verdades son descubiertas y
percibidas por cada alma, en cada caso singular, lo mas trascendente es que son
comunes a todos.
La
verdad se revela a quien la ama. La verdad es universal, común a todos,
inmutable y eterna. Hay una sola verdad,
un solo Maestro interior, en el cual todos nos comunicamos, nos entendemos
vamos de acuerdo y nos amamos. Las verdades racionales brotan de la Verdad que
excede a la Razón. Para estar presente con nuestro yo interior y descubrir la
verdad necesitamos que debemos querer conocer solo la verdad, no pensar en nada
que no sea la verdad. El pensamiento es testimonio de Dios, de la verdad
maestra que esta en nosotros, pero que dicta y alimenta desde dentro.[11]
Cristo
por ser la verdad absoluta y luz eterna, necesariamente participa en todas sus
criaturas, sobre todo en las racionales, por eso mismo el que es el Verbo,
ilumina a todo hombre, por eso es el Maestro interior de todos.
Dice
san Agustín:
Ciertamente, por los hombres
puede hacerse con los signos de las palabras alguna sugerencia, pero enseña el
único verdadero Maestro, la misma Verdad incorruptible, el solo Maestro
interior, que se hizo también exterior para recogernos a nosotros de las cosas
exteriores a las interiores.[12]
El
Maestro Interior es una verdad que no es engendrada por las palabras o por
convención humana, es mas bien lo que trasciende al alma, es la presencia de
una Verdad Interior: magíster intus est.
3.-COMO SE VE REFLEJADA LA
DOCTRINA DEL MAESTRO INTERIOR EN LA ACTUALIDAD.
A manera de ensayo personal decidí ver que
implicaciones puede tener la doctrina del Maestro interior en la actualidad.
El
pensamiento agustino se podría aplicar a muchas de las problemáticas actuales,
pues podemos decir que aunque cambien la ciencia, las culturas y la moral, el
hombre siempre va estar expuesto a resolver cuestiones que siempre han estado
presentes a lo largo de la historia.
San
Agustín aborda temas que hoy en día están en crisis: como es la educación, el
lenguaje, y específicamente en el plano cristianismo la importancia de seguir a Cristo(como
maestro interior).
En
el caso de la educación vemos que hoy en día
se ha reducido la importancia del papel que juega el maestro en la
enseñanza, sobre todo apoyando esta tendencia al constructivismo en la que el
alumno debe a partir de cierta información ir construyendo sus propios
conocimientos, haciendo que el maestro quede como un simple aplicador de
pruebas y ya no como una autoridad a la que el alumno es capaz de respetar por
su sabiduría. Aunque en el dialogo De Magistro se refiera a que el único
maestro es Cristo, sabemos que en otros escritos de san Agustín como el De doctrina cristiana el maestro es tratado con suma importancia.
Abordando
el lenguaje podemos decir que para san Agustín es importante el rol que juegan
las palabras como signo de las cosas, mas interesante aun es como la palabra
exterior es signo de la palabra interior. Es así como la palabra interior se
convierte en un tipo de lenguaje universal pasando por encima de la barrera del
idioma, de la cultura, de la moral. Esta concepción del lenguaje puede ser muy
útil, porque implica todos los tiempos y sociedades, es una manera de hacer
manifiesto que la naturaleza del hombre es una y que derivada de esta somos
capaces de tener principios en todos los seres humanos que siempre estarán
presentes y que serán de la misma manera; por lo que en esta sociedad tan
inclinada al relativismo una solución seria que los hombres adentrándonos en nuestro hombre interior
buscáramos empatizar a través de la
palabra interior con otros seres humanos.
Otro
tema es el del hombre interior. En la actualidad muchas teorías psicológicas
proponen que el hombre debe realizar la introspección, este mirar hacia adentro
de él mismo. Tal vez San Agustín podría ser útil para perfeccionar estas
propuestas psicológicas, más que ver hacia dentro de nosotros mismos para san
Agustín nuestro hombre interior es el que esta más cercano a la iluminación y
es quien puede entrar en contacto con el maestro interior, es decir con la
verdad misma que es Cristo. Mucho se habla hoy en día de que el hombre debe
entrar en contacto con su yo interior, lo que también puede remitirse a San
Agustín, porque para él, nuestro conocimiento, nuestros actos e incluso el
mismo lenguaje tiene que pasar primero de dentro y luego al exterior y
posteriormente ascender.
El
maestro interior es Cristo, es el que nos ilumina. En la actualidad esto se
podría confundir con la conciencia psicológica, porque hoy en día se piensa que
en nuestro pensamiento es en donde se encuentra la verdad, en cambio para San
Agustín el maestro interior es quien nos enseña la verdad pero al mismo
tiempo es la verdad misma. Es nuestro
hombre interior el que es capaz de descubrir la palabra divina o Verbum Mentis.
La
concepción filosófica actual a la que más se podría acercar la filosofía de san
Agustín, es la Fenomenología. La fenomenología surgió en el siglo XX, para
esta corriente filosófica los fenómenos son, simplemente, las cosas tal y como
se muestran, tal y como se ofrecen a la conciencia. Propone la intuición como
instrumento fundamental de conocimiento. La intuición es la experiencia
cognoscitiva en la cual el objeto conocido se nos hace presente, se nos muestra
en persona. Todo esto
concuerda con el pensamiento de san Agustín, para quien el conocimiento de las
cosas lo llevamos hacia el interior del hombre y después el hombre exterior lo
comprende y posteriormente puede ascender a un conocimiento más perfecto.
Para la fenomenología es la conciencia el ámbito en el que se hace
presente o se muestra la realidad. Para san Agustín es en el hombre interior
donde se nos muestra la realidad de las cosas.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
- Capanaga, Victorino, Obras de San Agustín III,
BAC, Madrid 1982.
- Klimke, Federico, Historia de la Filosofía, LABOR, Barcelona, 1953.
- Ibargüengoitia, Antonio, Del Maestro San Agustín de Hipona y del Maestro de Santo Tomás de
Aquino, UIA, México, 1990.
- Gilson,
Etienne, La Filosofía de la Edad
Media, GREDOS, Madrid, 1985.
- Fraile, Guillermo, Historia de la Filosofía II, BAC, Madrid, 1960.
- http://www.upra.org/archivio_pdf/ao31_pascual.pdf,
01/11/07.
- http://www.filosofia.com.mx/index.php?/perse/archivos/el_lenguaje_en_el_de_magistro_de_san_agustin,
01/11/07.
- SCIACCA, M.F.,
San Agustín,
Barcelona, Miracle, 1955.
- TEXTOS DE SAN
AGUSTÍN, PALABRA Y VERDAD LA FILOSOFIA DEL LENGUAJE
[1] http://www.filosofia.com.mx/index.php?/perse/archivos/el_lenguaje_en_el_de_magistro_de_san_agustin.
[4] TEXTOS DE SAN
AGUSTÍN, PALABRA Y VERDAD LA
FILOSOFIA DEL LENGUAJE, 810 pp.
[6] SCIACCA, M.F.,
San Agustín,
Barcelona, Miracle, 1955
[9] Ibargüengoitia, Antonio, Del Maestro San Agustín de Hipona y del Maestro de Santo Tomás de
Aquino, UIA, México, 1990. 24 pp.
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